Qué triste lunes

Martes ya. Qué ganas tengo de que llegue el viernes. Os muestro un resumen del evento del fin de semana en Barcelona. Siempre me gustó ir entre tantas motos. Colosal el paseo por Barcelona. Me repito más que el ajo, ya lo sé. ¿Habéis visto la foto del Playboy? Con la morena que me mira con ojillos estuve tomando un café. Muy simpática la chica. Es mentira eso de que las mujeres guapas no tienen nada en la cabeza. Vaya labia que tenía la moza (entre otras cosas, je, je)

El lunes fue un día desagradable. Debido a la tormenta que hubo el sábado por la noche, me encontré la obra hasta arriba de agua. Otra semana perdida. El que quiera ir gratis a la piscina, que me llame.

Barcelona me la encontré nublada. No sé si será eso, pero me ha afectado al ánimo. Encima, la lectura del martes del Evangelio se muestra dura. Jesús despotrica contra aquellas ciudades en las que ha hecho la mayor parte de sus milagros. Y apenas nadie se suma a seguirle. Dice que Sodoma tiene más posibilidades de salvarse que éstas ciudades.

Cuantas veces Dios actúa en nuestra vida y soy capaz de verlo. Cuantas veces me toca en el hombro y le desprecio el gesto. He tenido la suerte de conocerle, he tenido la suerte de que me hablaran de Él, he tenido la suerte de tenerlo en mi vida y he sido tan desagradecido que me he abandonado al mundo. Hoy me está tirando de las orejas. Despierta Nacho. Soy barato pero puedo salirte caro, me está diciendo. Hoy tienes el día chof, pero yo no estoy aquí a tu lado para que sigas así. Reacciona coño. Te estoy diciendo que puedes ser mejor y prefieres hundirte en lo mundano.

Cada vez cuesta más rezar. Es difícil encontrar tiempo. Y sólo así puedo percibir con la suficiente fuerza su compañía. Encontré este poema y con él remato el post de hoy. Al principio hay que invertir, si lo que queremos es ganar.

Un anónimo escribió esto. Cuanta razón tiene. Por eso leo el evangelio. Por eso rezo. Porque sólo no puedo.


Me levanté temprano una mañana,
y me lancé a aprovechar el día.
Tenía tantas cosas que hacer,
que no tuve tiempo para rezar.
Se me amontonaron los problemas
y todo se me volvía cada vez más difícil.
“¿Porqué no me ayuda Dios?” —me preguntaba.
Y él me respondió: “No me lo has pedido”.
Quería sentir la alegría y la belleza,
pero el día continuó triste y sombrío.
Me preguntaba por qué Dios no me las había dado.
Y él me dijo: “Es que no me las has pedido”.
Intenté abrirme paso hasta la presencia de Dios,
y probé todas mis llaves en la cerradura.
Y Dios me dijo suave y amorosamente:
“Hijo mío, no has llamado a la puerta”.
Pero esta mañana me levanté temprano
y me tomé una pausa antes de arrostrar el día.
Tenía tantas cosas que hacer,
que tuve que tomarme tiempo para orar.
Anónimo



Ayer, la sobrina de unos amigos con los que estuvimos (rondaban los 50 años todos) que tiene 14 años, dijo algo que me alegró el día. Según estábamos despidiéndonos Ana y yo, dice la muchacha: "¿Que os vais ya?, Qué pena, para unos chavales que había..." jajajaja.