Fantasías de mujer madura

Buenos días, tardes o noches. No sé en qué día ni en qué momento del día vivo. El jueves noche me tocó trabajar, por lo que el jueves pasado fue un día largo. Eso sí, entre la jornada diurna y la nocturna, pude escaparme con mi amiga Sanve por el recinto de la Fira de Montjuic a ver el ambiente Harley, que como ya sabréis todos, se celebra el 105 aniversario de Harley Davidson.

Me ha hecho mucha gracia el comentario de Melocotón acerca del tema de las mujeres maduras. Y se me ha ocurrido contar mi punto de vista personal del tema, a modo confesión. Desde que no recuerdo, tuve siempre la fantasía de tirarme (o que me tiren sería más correcto, jajaja) a una mujer madura. Al estilo graduado. A diferencia que me lo imagino de otra forma.

Una noche de melancolía, solo en un bar. Una mujer mayor que yo a mis ojos atractiva que me mira desde el otro lado de la barra. En mi falta cariño y en la tristeza que me embarga esa noche le sigo el juego de las miradas. Dudo de si soy yo el cazador o es ella quien ha detectado a su víctima. Veo que coge su copa y viene hacia mi. Me pongo nervioso. No estoy preparado para escapar. Esa noche soy presa fácil. Hará de mi lo que se proponga. Me entra de forma natural. Sabe llevar la situación. Tras una conversación que pudo ser interesante vamos a su casa. Y acabo disfrutando de todo lo que una mujer madura puede ofrecerme. Me gusta.

Más o menos, así me imagino la situación. Evidentemente esto es algo que es puramente fantasía. Nunca fui centro de atención de las chicas. El que tenga pareja se debe a que todos los tontos tenemos suerte, je, je. Y como todas las mujeres, mi eterna novia no va a ser diferente. Ella también me suele hacer la típica pregunta: “¿crees que estoy gorda”? , bromas con respecto a que seguro que la dejaré por otra más joven y cosas así.

Y es que claro, mirando a las jovencitas estupendas que van por la calle y a las maduritas también estupendas que por la calle van también… No sé que prefiero, si ser yo el depredador de la jovencita (cuando uno tiene la confianza suficiente, son carne de cañón) o ser la víctima de una madurita, cuya mirada me quema y estoy indefenso.

Qué sensaciones tan estupendas ambas. ¿no es estupenda la vida? Qué sería de mi sin estas pequeñas alegrías diarias, jajajajja. Recuerdo que donde teníamos antes la oficina provisional, donde íbamos a tomar café, acudía también una mujer que tendría unos años, aunque soy malo para echar edades. A mis ojos, una mujer estupenda, bien conservada. Y la muy jodida me miraba como un lobo a un corderín asustado. Cómo me gustaba esa sensación. Y como corderín asustado, algún día me envalentonaba y le sostenía la mirada, sabiendo que no tenía que hacer frente tremendo ataque. Qué buenos momentos esos del café. No era la barra de un bar pero me recordaba a mi fantasía.