jueves, 5 de noviembre de 2015

"Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".

San Lucas 15,1-10.

Dime con quién andas y te diré quien eres. Se me antoja dañina esta frase. 

Conozco personas que no se relacionarían con otras por su forma de vestir. Supongo que por que perjudicaría enormemente la imagen que ellos creen que tienen los demás de ellos. Otros, no se les vería nunca con otros simplemente por no tener el mismo nivel económico que ellos tienen. Y así, se me ocurren muchísimas razones, unas más surrealistas que otras, por las que personas no se relacionarían nunca con otras personas.

¿Nos influye tanto lo que piensen de nosotros por rodearnos de ciertas personas? Lo curioso es que ya, desde pequeñitos, algunos de nuestros padres igual no les hacía gracia que hiciéramos miguitas con niños gitanos. Y en nuestras adolescencia, etapa fundamental de nuestra vida donde los psicólogos dicen que nos formamos como personas, ya nos advierten sobre las compañías que nos hacen bien o nos hacen mal.

No sé si el primer párrafo es consecuencia del segundo. Lo que es cierto, es que, una vez de mayores, nos afecta lo que piensen de nosotros por las personas que tenemos a nuestro lado.

En tiempos de Jesús, con pensamientos no muy lejanos a los radicales religiosos que existen hoy en día, el comer con pecadores era visto como un peligro potencial para contaminarse. Por tanto, para ser visto un pecador como con los que comes.

Siempre he creído que Dios está dentro de nosotros. No tenemos que ir a buscarle fuera ni lejos. Sólo tenemos que buscar en nuestro interior. 

Sólo entiendo una forma de no querer relacionarse con alguien. Que ese alguien te chupe la energía vital. Hay personas que nos agobian teniéndolas cerca. Cambian de humor frecuentemente. Raro es el día en el que no estén quejándose de todo y diciendo que la vida es una mierda. Esparcen su mierda allá por donde van y disfrutan manchándonos con ella. Supongo que hay que tener mucha luz para que una persona ceniza de este tipo no te llegue a tapar y a apagarte. 

Aunque por otro lado pienso, no está hecha la luz para no ser escondida bajo el celemín? Incluso con el riesgo de que cualquier viento nos la apague? 

Parece lógico pensar que nuestra luz es para ayudar a otros a encontrar el camino en condiciones de poca visivilidad. Al igual que muchas luces encendidas de día, no tienen ningún sentido, por la noche o con niebla nos ayudan a ver y ser vistos. Así tenemos que hacer con nuestra vida. Que ilumine a aquellos que viven con niebla.

martes, 20 de octubre de 2015

Evangelio según San Lucas 12,35-38. Jesús dijo a sus discípulos: "Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.

Hoy voy a escribir. Hacía mucho tiempo desde la última vez. Y es que cuando se deja de sentir al espíritu, es como estar seco. Nada que decir.

Pero hoy, al leer el evangelio me han entrado unas ganas locas de soltar lo que llevo dentro. Ya prevengo que lo que me ha hecho sentir la lectura de hoy nada tiene que ver con las interpretaciones que puedan hacer en la homilías.

"¿Estamos preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas?"- podría hacer esta pregunta de varias formas diferentes. 

¿Estamos preparados para dejar entrar a Dios en nuestras vidas?

Y es que desde el punto de vista de que Dios está en todos nosotros, yo sí hago por estar preparado. De un tiempo a esta parte 3 personas nuevas han entrado o están entrando en mi vida. Yo, al menos, les estoy abriendo la puerta cada vez que llaman. Les invito a entrar.

No sé por qué tengo esa extraña necesidad de conocer a más personas. Siempre me aportan algo. Incluso muchas veces me pregunto si los habré conocido en alguna vida anterior. Sí, ya sé, el tema de la reencarnación no es muy católico, pero entendamos que es una forma de hablar.

Muchas veces he pensado que Dios es como los magos. No viene pronto ni tarde, si no exactamente cuando se lo propone. Y cuando viene a mi puerta ni se me ocurre decir que no me interesa. Le abro. Y ahí está. En esa persona que acabo de conocer. Lo sé porque enseguida me siento a gusto. Las conversaciones son fluidas y ricas, alegran el alma, aunque el tema sea trivial.

La sociedad de hoy nos suele frenar en esto de dejar entrar a Dios en nuestras vidas a través de las personas. Una de las barreras son los amigos de siempre. Como son de toda la vida,  parece que se enfaden si hacemos nuevos. ¿Pensarán que los vamos a sustituir? 

Otras veces es la pareja, si la tenemos. No les gusta un pelo que hagamos amistad con personas de su mismo sexo. ¿Pensarán que le vamos a sustituir?

Y también somos nosotros mismos. Bien por que sea que pensamos que no necesitamos más amigos porque los que tenemos son suficientes y nos colman y nos llenan. Bien porque pensemos que mejor no tentar la suerte porque no nos fiamos de nosotros mismos y quién sabe si de la amistad al amor (o al sexo) sólo hay un paso....

Nos cerramos puertas. y cerrarnos puertas, es cerrársela a Dios.


Me leo y encuentro controversia. Pero lo voy  a dejar así. Al fin y al cabo, quien no arriesga y siembra aunque pueda haber tormentas, no recoge.