miércoles, 12 de marzo de 2008

Basta una cebolla para salvar el mundo.

Como no voy a poder escribir la semana que viene y me ha venido ahora una historia que siempre me ha gustado (a raíz de leer la historia de Mery sobre la felicidad) , que contaba José Luis Martín Descalzo en su libro "Razones para vivir", de todas sus razones, el que más me gusta. A ver si en Salamanca, en un santo lugar (una tienda de libros religiosos llamada ARTS), tienen el libro de Razones (donde vienen recopilados todos sus "raoznes para..." y si vale menos de 35 €, me lo compro. En Agapea.com vale 35 € y con gastos de envío se queda en 40 €.

Ahora que estamos entrando en días santos, de redención por la muerte y de resurreción, la historia empieza más o menos así (la voy a contar medio inventada, pues la lei hace más de 10 años):

Cuentan las viejas crónicas ortodoxas (del principio nunca me olvidé, porque siempre me pareció molón, haciendo interesarse por lo que se va a contar) que hubo una señora que en vida fue siempre muy antipática, nunca hizo nada por nadie. Tacaña y huraña. En esto que se muere y fue a parar a una gran olla donde pasaría la eternidad con el resto de almas en pena en una cocción de eterno sufrimiento. Su ángel de la guarda, que tuvo que pasar vegüenza cuando pasó delante de Dios al haber permitido que su protegida fuera así de desconsiderada con los demás en vida, al ver a su "protegida" en tal sufrimiento, ejerciendo con celo su trabajo, no podía soportar tal final para la mujer. Sacando fuerzas de flaqueza, aún pensando que ya nada podía hacer, se volvió hacia Dios y abogando por ella, le pidió otra oportunidad para la mujer. Dios, en su eterna bondad, le contestó al buen ángel de la guarda que ya era tarde, que mientras ella vivía, tuvo libertad para cambiar y aspirar a otra vida, pero que no lo hizo, y que pese a que el ángel estuvo a su lado toda su vida, procurando que la mujer no tomara decisiones erróneas, cual conciencia pesada, la mujer prefirió actuar con avaricia y maldad despreciando al prójimo y pensando sólo en ella misma. Pero tanto insistió el ángel de la guarda (quien tuviera un ángel como este, je, je) que Dios, conmovido, le dió otra oportunidad y le dijo al ángel: "vuelve a la Tierra y mira en toda la vida de la mujer. Si encuentras algo que ella haya echo bueno, me lo traes y ya veremos".

El ángel, entusiasmado, raudo y velóz voló por todos los años que vivió la mujer. Revoloteaba una y otra vez sin encontrar nada. Cuando estuvo a punto de desistir, hayó un día en que un pobre llamó a la puerta de esta señora y, en su mala leche, la señora le dió al pobre una cebolla (en lugar de un buen bocata de jamón) paar reirse de él. El ángel cogió la cebolla y se fue corriendo ante Dios (o volando, como queráis). Dios, al ver la cebolla, le dijo al ángel: - "Está bien. Coge la cebolla y ve donde la mujer. Si agarrándose a la cebolla consigues sacarla de allí, será salvada".

El ángel, contento, fue volando donde estaba la mujer y le gritó:- "mujer, agárrate a la cebolla y te sacaré de aquí". La mujer, como huyendo del diablo, se agarró presta a un extremo de la cebolla. Y el ángel empezó a tirar, a tirar y a tirar. Iba con mucho cuidado porque tenía miedo de que esta se rompiera. Al poco, la mujer empezó a salir. Iba saliendo muy poco a poco a los tremendos esfuerzos del ángel. Cuando ya iba por la cintura, el resto de almas, que vieron que ella estaba saliendo de allí, como también vieron que había una posibilidad de salvarse se agarraron a la mujer. Y el ángel, con todo el peso de las almas iba sacando a la mujer y al resto de las almas, que se agarraban con fuerza a la mujer. La mujer, cuando vió que al ángel cada vez le costaba más y, por miedo a que se rompiera la cebolla, empezó a dar patadas a las otras almas para que se soltaran de ella. Tanto forcejeó que, al final, la cebolla se rompió y se quedó con el resto de las almas a sufrir para toda la eternidad.

Esta historia tiene muchas moralejas. Si la mujer no hubiera querido salvarse ella sola, ese acto de bondad, hubiera servido para salvar a la humanidad entera. Este cuento no pretende decir que hay que portarse bien para no ir al infierno. no van por ahí los tiros. Lo que pretende decir es que nuestras buenas acciones merecen la pena. Ante tanta avaria, envidias y demás malas artes, nuestro buen ahcer, nuestro sentido del humor, nuestra sonrisa, iluminarán allá donde vayamos y contagiaran a los demás salvando el mundo. (Qué utópica suena eso). Y eso esto amigos.

Una interpretación más infantil es que, cojones, no se lo hagamos tan difícil al ángel de la guarda, leche, encima que está ahí, protegiéndonos. Ja, ja, ja.

1 comentario:

LA MAMI dijo...

En la caldera esa echaba yo a mas de una , uno, y te puedo asegurar que no iba con una cebolla para que se cogiera para salir... estoy yo contenta... aqui esta visto que los triunfadores son los bordes, de espiritu, de alma y de cuerpo en si, los demas sonmos unos pringados, pero como bien se dice, a mi me hicieron asi, y asi me quedo... y mujeres como la de la cebolla tambien hay infinidad, no hace falta ser malo, para ser malo... tu ya me entiendes. Lo peor que puede tener una persona es creerse poseedora de la verdad, que todo lo suyo es lo mejor y que no acepta nada de nadie, ni consejos, ni criticas etc etc y encima alimentar a los que estan a su lado con esas creencias, esa es otra de las muchas personas que deberian estar en la olla.
En fin muy bonito tu relato, y mi conclusion un lio del montepio.
Espero leerte mañana COFETEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
Que aun no te vas ¿eH?
sALUDOSSSSSSSSSSSSSSSSS