miércoles, 28 de enero de 2009

Parábola del Sembrador. Mc 4,1-20

Ayer tuve una sorpresa agradable. Me dejó un comentario la creadora de un blog del coro de Fátima, coro en el que yo comencé participando hace la friolera de 15 años. Desde hace ya 4 ó 5 años dejé de ser miembro activo. Ya no acudía con frecuencia a Salamanca. Es lo que tiene trabajar. La verdad es que hay que agradecerle a esta mujer su labor de que la misa de niños siga existiendo. La última vez que fui por allí observé como un renacimiento. Y es que tuve la suerte de ver su apogeo, la pena de su declive y, gracias a esta chica, su renacimiento. La misa está llena de chavales. Impresionante.

En cuanto al tema de hoy. Sólo conozco una vez que me impresionara Jesús por mostrar violencia. Fue sobre todo física, cuando con unas cuerdas se hizo un látigo para echar a los cambistas y comerciantes con sus puestos del templo. Y hoy muestra violencia dialéctica. Como para no dar miedo. Debo decir, que a mi me hablaron siempre de un Dios Amor, tuve esa suerte, no me metieron miedos adicionales que no valen para nada sobre dioses justicieros y castigadores. Pero ¿es posible que Dios muestre mala leche? ¿Por qué no? Al hacerse hombre perdió esa inmunidad a los más bajos instintos humanos. Tuvo que padecerlos, como nosotros. Me voy a explicar mejor. Hoy nos habla de la parábola del sembrador. Cuando acaba de contarlo a un grupo enorme de gente, los discípulos le interrogan sobre la parábola:
El les dijo: «A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».

Repito, “no sea que se conviertan y se les perdone”. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Qué no todos somos dignos de su amor? He visto claro. Me he puesto en su lugar. Cuantas veces he querido decirle cosas a mis amigos y, por la tontería de hacerles pensar por ellos mismos, he hablado de forma enigmática y no he querido ser más claro. Y esto le pasa a ÉL. No es que no quiera que le entendamos. Pretende que nosotros mismos nos demos cuenta de lo realmente importante que es aplicar sus enseñanzas en la relación con nuestros hermanos. Pero los hermanos no sólo de sangre. La pena que me da es saber que no todos aprenderemos la lección a tiempo.

Pero la parábola tiene su pequeña esperanza. Ya seamos suelo de abrojos, pedregoso o de borde de camino, lo bueno es que el sembrador vuelve a pasar.

4 comentarios:

MARIETA dijo...

Y a mí, que tan dada soy a escribir o hablar en metáforas, me gustan tanto SUS parábolas... Será porque estuve fuera y volví...
Saludiños,

Juani dijo...

habria que verte cantando, seguro que soltabas algun gorgorito jajajaj
que pases un buen dia nachete, la pitufa te saluda
saluditos

Sanve dijo...

Me alegro por lo de la misa de niños ;)

Por cierto, deja de jugar con el contador de visitas... marea!

Un besoteeee

LA MAMI dijo...

NENE YO TENGO MUCHO TRABAJO
BESITOS SAPITO