¿Quién soy yo para que entres bajo mi techo? Mt 8,5-11

Pongámonos en escena. Jesús en Cafarnaún. Un centurión que se le acerca. "¿Qué querrá este?"-andarán preguntándose todos. Señor-dice el centurión-tengo en casa un criado paralítico que sufre mucho. Jesús le contesta:-"voy a curarlo". El centurión le dice que no. Que el no es nadie para que entre bajo su techo. Que basta una palabra suya para que sane. Y se fue. (aunque aquí no dice que al llegar a casa se encontró al criado más fresco que unas lechugas recién cogidas del campo, os lo cuento yo). El caso es que Jesús contó a sus discípulos que no había encontrado tanta fe entre su gente como en la de aquel hombre. Y añadió que vendrán muchos de occidente a sentarse con Abraham, Jacob y toda la basca.



Sólo hay que mirar hacia tierras palestinas y darse cuenta que allí, los cristianos son minoritarios y están perseguidos. En tiempos de Jesús querían a Él para ellos solitos. Cualquiera que viniera de fuera, los extrajeros eran para ellos como los perros que no tenían derecho ni a las migajas que caían de la mesa.

Y yo hoy me siento como uno de esos discípulos comparándome con un extranjero como era el centurión romano.

Ya me gustaría a mi dejar de creer en Dios y ser como esas personas que admiro y dicen no creer
en Jesús. Viven la vida con respeto hacia los demás, viven en ese amor del que nos hablaba Jesús, aparecen en un sitio y aportan sus buenas vibraciones, son alegría allá donde van. Puedes contar con ellos si estás en dificultades, siempre tienen una palabra amable, sienten lo hermoso que es vivir.... Dicen que la envidia es mala, y yo les envidio muchísimo.