Una playa como cofete vale para perderse en soledad, bien acompañado y para pensar.
jueves, 14 de febrero de 2008
Esperar a comer
Hoy no he tenido que comer sólo. Toda la oficina ha venido conmigo, siendo un total de 5 personas. Y ha pasado una de las cosas que seguramente revientan a más de uno. Se llegan las 14 h, -"nos vamos a comer"-grita uno. Yo, consciente de la hora digo:-"vale"-apagado el ordenador, por eso del ahorro de energía y eso. Coges el abrigo, total, para ir desabrochado, que en Barcelona no hace frío. Y ME HA TOCADO ESPERAR. Que si uno hablando por teléfono, que si la otra entreteníendose con no sé que papeles. Vamos, que nadie levantaba el culo del asiento. Y tú ahí, como un pasamarote en medio de la oficina como las vacas al tren, mirando pasar el tiempo. Parece como que si te levantas a la hora en punto y no te haces de rogar quiere decir que no tienes nada que hacer. Y mientras tanto, el resto está tan ocupado y es tan celoso de su trabajo que no recuerda siquiera que existe un horario para comer. Sí señores. Para rendir hay que comer. Pues hasta las 14:20 que no hemos salido, por más que uno estuviese ahí de pie con el abrigo puesto, preisonando, ahí.Conclusión: nos ha tocado esperar un rato más de lo habitual para pillar mesa en el restaurante de menu del día. Luego allí y una vez sentados, a nuestra izquierda había un grupo de hombres en los postres. en esto que entra una mujer de aspecto extranjero, una guiri, para que nos entendamos, a la que sientan en una mesa individual entre estos caballeros y nosotros. En lo que el camarero le entrega la carta (que no la hoja del menú del día, a ver si cuela) los hombres observan a la mujer en cuestión lanzándose miradas de complicidad unos a otros. Qué predecibles somos a veces.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario