viernes, 15 de enero de 2010

Somos de mente pequeña

Se acaba el día.

Aún no se ha acabado porque aún no estoy acostado.

Es tarde y tengo sueño. Acumulé, hice méritos. Luego está el trabajo y el dormir poco. Todo suma.

Hoy toca una gran lectura. Jesús vuelve a Cafarnaun. Y cuando los de allí se dan cuenta de que está en la casa, comienzan a visitarle. A un paralítico le suben al techo y le bajan en la camilla por unas cuerdas para que pudiera verle. Jesús, maravillado de la fe que tenían le dice: Hijo, tus pecados te son perdonados. Y esta última frase es lo que más me ha tocado el corazón. Me deja la sensación de haber abierto por fin los ojos. Explico por qué.

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados además de Dios?

Jesús al darse cuenta de lo que pensaban les dice: ¿Por qué pensais eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados te son perdonados" o decirle "levántate, coge tu camilla y echa a andar?" Y ante el asombro de todos los que están ahí le dice lo segundo y el paralítico se pone de pie, caarga con su camilla y se va por su propio pie ante el asombro de todos, que daban gloria a Dios diciendo "nunca hemos visto una cosa igual".

Somos de mente pequeña. Parece que nos gusta el espectáculo, los titiriteros, el mundo de la farándula. No nos damos cuenta que el mundo nos está venciendo. Nadie se acuerda ya de que un día nos dijeron: vencereis al mundo. Hemos olvidado lo importante.

Hoy nos hacen a nosotros esa pregunta: ¿Qué pensamos que es más difícil? ¿Perdonar o decirle a un paralítico que eche a correr?

Perdonar, sin duda alguna. Se nos hace harto difícil. Un poder sanador que nos cura el corazón y somos incapaces de usarlo. Pensamos que el perdón sólo está hecho para Dios. Si observamos que alguien de nuestro entorno es capaz de perdonar a alguien a quien nosotros no podríamos, nos encolerizamos. No tardamos en crucificar a aquél que es capaz de perdonar. Una vez más, la historia se repite. No somos capaces de perdonar, pero menos lo somos de soportar que alguien sea capaz. En algún lugar de nuestra mente hemos olvidado y arrinconado ese don. Al que perdona enseguida le colgamos el Sambenito de persona non grata. Nos hace sentir mal. No nos gusta que nos hagan sentirnos como la escoria que somos.

La sensación es parecida a esa ciudad con muchos pobres por la calle. Es mejor esconderlos. Nos hacen sentir que somos unos miserables.

Pero, ¿alguien no ha sentido alguna vez el alivio de perdonar? Al principio es difícil, sí, pero sólo porque pensamos que lo es.

Hoy Jesús nos da una lección magistral y, ¿cómo nos comportamos? Como las vacas al tren. Nos quedamos maravillados de escenas de titiritero y sin embargo nos deja inermes frente a la grandiosidad del perdón. Y encima desprendemos odio. ¿O es envidia de ver que alguien puede perdonar más fácil que nosotros?

Lo que más rabia me da es pensar que aún habrá millones de personas que prefieren crucificar contra el aprendizaje del perdón.

2 comentarios:

Jo dijo...

nacho tocas mis fibra sensibles y a mi se me nublan los ojos muy fácil

y no es que yo lleve lentes

la verdad es que puedo perdonar pero sin olvidar la buena intencion no funciona




perdona que no habia venido a leerte

Nacho dijo...

Espero que no nubles los ojos, Jolie, podrías perderte. Ahora llevas un buen camino.

Tampoco me salió lo que quería transmitir, así que no hubiera pasado nada por no haberme leido.