miércoles, 22 de julio de 2009

Lo bueno parece que se acaba

Y hoy es domingo. Y hace una semana que dejé atrás A Coruña.

Como de costumbre, salimos a desayunar al Delicias. tomando Juan Florez, directos al aquarium. El sábado se nos hizo tarde y hoy domingo queríamos aprovechar. La entrada tenía el precio disminuido a la mitad. No se podía ver a los tiburones, atracción principal.








Aquí está la Srta. Pepis relajando la vista con los peces




La Torre de Hércules envuelta en un halo de niebla. Se adivinaba un día soleado.







Carteles explicativos envejecidos por estar a la intemperie y por el sol, decían que La Coruña tenía una media de 18 días al años de calma chicha, días con viento cero, como la cocacola. Y ese viento proveniente del atlántico traís dos regalos a esta ciudad. El primero fue eliminar cualquier vestigio de contaminación de la ciudad. Y el segundo y no menos importante, que esa atmósfera coruñesa continuamente renovada por vientos de fuera, hacía a sus gentes más abiertos con todo lo proveniente del exterior. De ahí deduje del por qué del dicho ese de que La Coruña es la ciudad donde nadie es forastero.




Hace 4 días habían nacido dos foquitas. Muy riquiñas, como dicen por aquí. Estuvimos un rato esperando a que salieran del agua.





Y al salir del Aquarium nos esperaba ese SOL Coruñés que tanto me acompañó antaño en mi estancia allí.
Hoy tocaba comer en uno de mis sitios favoritos. De camino, pasamos por la panadería donde nos esperaba la media empañada de zamburiñas encargada el día anterior. Esta nos la cenaríamos la misms noche en el hotel. Nos despedimos de Adela, que se volvió a alegrar de que nos acordáramos de ella.








Y rumbo al restaurante O Bebedeiro, donde pedimos de primero zamburiñas al horno y almejas marinera, riquísimas. Y de segundo timbal de rape y marisco y lubina en hojaldre. Todo esto compartido y regado de nuevo con un Guitián, este normal, no fermentado en barrica como el del sábado.









Para bajar la comida, que mejor que un último paseo con vistas al mar.







La Playa, ayer vacía, hoy estaba comenzando a poblarse. Aquí ven el Sol y las calles se llenan de procesionarios con bolsas de playa camino del atlántico.







Nos dimos una vuelta en tranvía. La primera vez. Desde La solana hasta Riazor. Media hora de paseo en tranvía con el sol y el viento en la cara. Mirabas a los que andaban y los que andaban te miraban. Sonrisas regaladas. Qué bien se vive en La Coruña.
Paseo por el casco antiguo, la Ciudad Vella. Estaban montando el mercado medieval, supongo que empezaría a funcionar en esta semana que ya expira.
Al atardecer, me entró el agobio, la pena y la tristeza. La Srta Pepis quería tomar de nuevo ese vermuth de barril que le gustó mucho. Yo me pedí una caña y me sabía más amarga de lo normal. Notaba que todo tocaba a su fin. Solucionamos el tema yéndonos a tomar otra fabulosa Estrella Galicia. Se me fue pasando la pena de irme.
Ya en el hotel, más contento con unas cervezas en el cuerpo, nos ventilamos la empanada de zamburiñas, una verdadera delicia para nuestros paladares. Y a domir, que mañana tocaba madrugar. EL TRD nos salía a las 5:40. En Santiago cogimos el bus al aeropuerto y de allí, avión. Y a trabajar.

1 comentario:

Moadiario dijo...

A trabajar, pero con un regusto en el cuerpo q no veas!!!
Besitos!!!