Todos sabemos lo que no es tener tiempo. Eso es lo que me pasa a mi. No tengo tiempo. Estoy contento. Nada más llegar de mi viaje a Galicia me reencuentro con una persona que no conocía. Por eso digo reencuentro, porque tengo la sensación de conocerla de antes.
Sin más dilación, y hasta que encuentre otro rato, voy a contar mi primer día del viaje a Galicia.
Miércoles 27 de Mayo de 2009
Ya volví de mi viaje a Galicia. A diferencia del año pasado, no tuve que necesitar ponerme el traje de agua. En la ida, durante y en la vuelta, brilló un sol de Justicia.
Como iba con media hora de adelanto, el miércoles 27, según pasé Ponferrada con dirección a O Barco de Valdeorras, pude contemplar el maravilloso paisaje que tenía ya olvidado. Entre los túneles que separan la provincias de León y Orense, abismales y espectaculares barrancos y desfiladeros flanqueaban mi paso. Hice escala en la aldea de Cobas (o Covas, que aparece escrito de las dos formas). Bajé hasta el apeadero sito a orillas del río Sil para retratar a Ciriaca. Qué recuerdos. 10 años atrás un joven Nacho fue retratado mirando la hora bajo el cartel que anuncia el nombre de la estación. Una playa de vías a orillas del río, que bien valdrían de playa fluvial.
Esa estación fue el final de mi primer desguarnecido, mi primera obra y mi bautismo en el mundo profesional. Tuve la suerte de aprender en uno de los paisajes más bonitos de la tierra, donde el ferrocarril se funde en uno con el salvaje verde.
Tras las fotos emprendí el regreso de subida a la carretera donde, como antaño, me despisté en las estrechas calles de las 4 casas que forman la aldea. Me resultó bello el eco de Ciriaca en las callejuelas desordenadas, aunque perturbara en parte la tranquilidad dominante.
Aunque para ir al Pazo do Castro no hace falta entrar en O Barco, decidí salirme de la nacional para recorrer la calle principal. Parando en los semáforos intentaba rememorar las gentes y los edificios. Cómo había cambiado. Nuevos edificios, nuevas tiendas. La pensión Lisboa aún estaba. Subsistía con la imagen de entonces, luchando por hacerse un hueco entre tanta fachada moderna. Aún recuerdo esos jueves que hacía por comer en ese sitio. Cocido Gallego y croquetas de bacalao. Me pregunto si hoy día la gente sigue esforzándose en llegar pronto a comer para probar esas croquetas que se empeñaban en acabarse temprano.
Giré en la misma calle donde vivía (en el malecón, aunque no pasé por el portal) pero sí pasé por la que fue la oficina de obra. Me acerqué hasta la vía salí por la salida oeste, rumbo al Pazo. Llegué a la hora convenida, ni antes ni después. Saludos y camaradería aparentemente falsa. Menos mal que estaba cardenalito, el alma de la alegría de este año. Me puse a quitarle los mosquitos de la cara de Ciriaca. Habíamos matado miles. La descargué del pesado fardo y bajo la marquesina, la dispuse a descansar con quien disfrutaría de las correrías de los días siguientes.
La habitación y el cuarto de baño enormes. Tras un breve aseo tras el viaje, me arrimé a los compañeros que iban llegando a la entrada mientras disfrutábamos de unos pinchos calientes y unas cervezas cortesía del Pazo. Unos muchachos rompieron el silencio con sus panderetas y gaitas. Risas. Caras conocidas.
La cena fue ambientada con el partido del Barça. Un poco rollo para alguien a quien no le gusta el fútbol. Ese día, mientras otros se quedaban a contar chistes, yo me fui a la cama. Estaba cansado.
Ya volví de mi viaje a Galicia. A diferencia del año pasado, no tuve que necesitar ponerme el traje de agua. En la ida, durante y en la vuelta, brilló un sol de Justicia.
Como iba con media hora de adelanto, el miércoles 27, según pasé Ponferrada con dirección a O Barco de Valdeorras, pude contemplar el maravilloso paisaje que tenía ya olvidado. Entre los túneles que separan la provincias de León y Orense, abismales y espectaculares barrancos y desfiladeros flanqueaban mi paso. Hice escala en la aldea de Cobas (o Covas, que aparece escrito de las dos formas). Bajé hasta el apeadero sito a orillas del río Sil para retratar a Ciriaca. Qué recuerdos. 10 años atrás un joven Nacho fue retratado mirando la hora bajo el cartel que anuncia el nombre de la estación. Una playa de vías a orillas del río, que bien valdrían de playa fluvial.
Esa estación fue el final de mi primer desguarnecido, mi primera obra y mi bautismo en el mundo profesional. Tuve la suerte de aprender en uno de los paisajes más bonitos de la tierra, donde el ferrocarril se funde en uno con el salvaje verde.
Tras las fotos emprendí el regreso de subida a la carretera donde, como antaño, me despisté en las estrechas calles de las 4 casas que forman la aldea. Me resultó bello el eco de Ciriaca en las callejuelas desordenadas, aunque perturbara en parte la tranquilidad dominante.
Aunque para ir al Pazo do Castro no hace falta entrar en O Barco, decidí salirme de la nacional para recorrer la calle principal. Parando en los semáforos intentaba rememorar las gentes y los edificios. Cómo había cambiado. Nuevos edificios, nuevas tiendas. La pensión Lisboa aún estaba. Subsistía con la imagen de entonces, luchando por hacerse un hueco entre tanta fachada moderna. Aún recuerdo esos jueves que hacía por comer en ese sitio. Cocido Gallego y croquetas de bacalao. Me pregunto si hoy día la gente sigue esforzándose en llegar pronto a comer para probar esas croquetas que se empeñaban en acabarse temprano.
Giré en la misma calle donde vivía (en el malecón, aunque no pasé por el portal) pero sí pasé por la que fue la oficina de obra. Me acerqué hasta la vía salí por la salida oeste, rumbo al Pazo. Llegué a la hora convenida, ni antes ni después. Saludos y camaradería aparentemente falsa. Menos mal que estaba cardenalito, el alma de la alegría de este año. Me puse a quitarle los mosquitos de la cara de Ciriaca. Habíamos matado miles. La descargué del pesado fardo y bajo la marquesina, la dispuse a descansar con quien disfrutaría de las correrías de los días siguientes.
La habitación y el cuarto de baño enormes. Tras un breve aseo tras el viaje, me arrimé a los compañeros que iban llegando a la entrada mientras disfrutábamos de unos pinchos calientes y unas cervezas cortesía del Pazo. Unos muchachos rompieron el silencio con sus panderetas y gaitas. Risas. Caras conocidas.
La cena fue ambientada con el partido del Barça. Un poco rollo para alguien a quien no le gusta el fútbol. Ese día, mientras otros se quedaban a contar chistes, yo me fui a la cama. Estaba cansado.
Otro día contaré el jueves 28 de MAyo, que fue de lo más interesante.
9 comentarios:
Bienvenido guapetón.
Llámame cuando puedas, tengo algo que contarte.
SOy canaria y Cofete es una de las mejores playas que he tenido la suerte de visitar, me encannnta!!! simplemente,fui el año pasado y el día que pasé allí no lo olvidaré jamás...Gracias por recordármelo
Bueno, Nachete, ya sabemos que vas bien.
Ainnns, qué ocupao andas últimamente.
Un beso.
En la entrada de el blog de marieta, con fecha 28 de mayo, te dejo respuesta a un comentario que de dejaste escrito.
mari carmen.
Pero yo por aquí NO PASO...no,nooooo
Mi etapa de "cole" y "convivencias marianas" hace mucho que paso...y las "chorraditas" ni te cuento...
A mi nadie me tiene que decir como tengo que actuar,pensar,hacer ó deshacer...sé perfectamente a quien le tengo que rendir cuentas de mis actos y como digo siempre:
...al que no le guste "ajoyagua"..."quien no quiera mirar que no mire" y "OLVÍDATE Y PEGA LA VUELTA"!!!...vamos hombre!!!
Y a mi de "mentirosa" tú no me tachas...ojito con lo que "largamos"!!!
"EL QUE NO ESTÉ SEGURO DE SU MEMORIA DEBE ABSTENERSE DE MENTIR"...
MELOCOTÓN
A mi esto me supera!!!!, puedes explicarme qué está pasando????.
NENE SE TE FUE LA OLLA
QUE LASTIMA
M.JOSE
Contesta plis a mi mensaje del tuenti.
Mil besos
?
Publicar un comentario