Hoy es fiesta en Cataluña. Ayer por la noche las calles de Girona se llenaron de borrachos. La gente guay se iba a la Playa, de fiesta. Alguno se llevó el bañador con intención de bañarse, pero el fresco de anoche lo echó para atrás. Otros defenderán la idea de que la noche de ayer tiene un significado mágico, que hay que salir de casa, que hay que empaparse de la magia de esta noche, que si el salto de las 7 olas, que si saca los apuntes a la ventana, que si es la noche más corta... Alguno habrá también que no se enteró que el solsticio de verano no se produjo anoche, sino en la noche del domingo al lunes. Este año no ha coincidido con San Juan, qué le vamos a hacer.
Independientemente de todo lo anterior, que las personas tenemos derecho a divertirnos como queramos, siempre que no perjudiquemos a nadie, el día de hoy es especial. Es San Juan. Según el Evangelio, Juan nació de Isabel y de Zacarías, dos ancianos que lo que menos esperaban era tener un hijo. Cuando nació y le preguntaron a Isabel el nombre del niño, contestó que Juan. Todo el mundo se enfadó. No había juanes en la familia de ellos. Con lo importante que era la tradición, que cómo podían ultrajarla de semajante manera. Sí, el género humano somos así. Nos dejamos llevar por tradiciones creyendo que nos pasará algo malo o que le fallamos a algo-alguien si faltamos a ellas. Vieron a Isabel tozuda en su decisión y preguntaron a Zacarías, que se quedó mudo tras un pequeño desencuentro con Dios hace tiempo. Y Zacarías escribió: JUAN. Al instante se le soltó la boca y la lengua, dice el evangelio. Y no paró de hablar bendiciendo a Dios.
Y hay que ver lo importante que es el nombre. Es oirlo y giramos la cabeza. Nombrarlo y, aunque no sea a nosotros, también pensamos que nos llaman y seguimos girando la cabeza. Nos diferenciamos unos de otros por el nombre. ¿No os ha pasado alguna vez de poner nombres según la cara? ¿Cómo te llamas? Alberto. Pues tienes cara de llamarte Oscar. A veces me pregunto si en estos casos, no se habrán equivocado los padres al poner el nombre.
Otra fascinación del misterio de los nombres, más allá del mero hecho físico de que la onda sonora no sea recogida por el pabellón auditivo, es el que nos llamen y no nos giremos. Nos vuelvan a llamar y no nos demos por enterados. El que nos llama, si tiene buen corazón, pensará que no le hemos oido, pero el que tiene mal pensar, dirá que no quisimos hacerle caso.
No estoy diciendo que haya que hacer caso a todo el mundo, pero... ¿no es lo más normal, si tenemos buen oido, girar la cabeza y atender a quien nos llama?
Qué enrevesada me está quedando esta entrada. Ni yo mismo sé lo que quiero decir. Quizá sea admirar un poco más el nombre que hemos recibido, por el que nos conocen y por al que nos llaman cuando nos necesitan. El mismo nombre que se utiliza para vilipendiarnos. Vale para lo bueno como para lo malo. Y dudo que esté bien usar un nombre, santamente puesto, para lo malo.
8 comentarios:
Felicidades a tu tato de parte mía y de Vero :)
Un besito y ánimo!
Si que te ha quedado enrevesada un poco esta entrada me ha costado pillar el hilo varias veces, aún asi te saludo Fray Nach!!!! :) un fuerte beso muakkkkkkkkkkkk
jajajaja!!¿enrevesada dices? jajaj, si no te llamaras Nacho, ¡¡pensaría sin duda que estás ovulando!!.
Para eso también sirven los nombres, para descartar hipótesis absurdas.
Un Brunibeso
jajajaja ya echaba yo de menos esos comentarios tuyos!!!
Bienvenido a casa, Nacho!!! jajajaja
Besitos!!!
¿Verdad que no , que no son lerdos los funcionarios?
Nachooooooooooooooooooo!!!
JA JA JA JA
Es de coña, DE COÑA!!!
Te lo cuento.
Bicosssss
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