Cuanto se ha hablado sobre este concepto. Mucho se ha dicho acerca de lo positivo de la imaginación. Cantidad de veces oí hablar acerca de los juguetes de los niños de ahora. Antes nos divertíamos con una caja de cartón. Ahora la TV, los juegos electrónicos y las nuevas tecnologías coartan la imaginación de los niños actuales. Es posible que MOA haya hablado de esto alguna vez. Seguro que ha leído cientos de estudios al respecto.
Pero yo tengo una pregunta. ¿Es buena la imaginación?
Aparentemente todo lo que conlleva asociada la palabra imaginación connota positividad. Para resolver un problema te dicen: “usa la imaginación”. Para hacer planes de futuro: “imagina como será”. Si no tienes imaginación, parece que no sirves para nada.
Pero, recientemente he podido experimentar en mis carnes una de las cualidades más negativas de la imaginación. La imaginación mal entendida es capaz de minar la confianza.
No digo que el origen de la imaginación sea malo. Por lo general, quien imagina es porque tiene la capacidad de pensar, crear y, con unos pequeños datos, extrapolar cualquier tipo de pensamiento. Es bueno imaginar. Lo que quizá no es tan bueno, es dar como certero lo imaginado.
Y cuando se trata de confianza entre dos personas, dejar que lo que imaginamos en base a unos hechos que pueden estar exagerados (las personas somos así, exageramos las cosas) se transformen en verdades a nuestros ojos, deberíamos pararnos a pensar si no estaremos yendo demasiado lejos con nuestro pensamiento. Sobre todo, si eso que tomamos como “verdad” confronta directamente con la confianza que teníamos depositada en alguien. ¿A quién deberíamos creer primero? ¿A esa imaginación que hemos transformado en una verdad aparente o a la persona en quien teníamos depositada toda nuestra confianza?
Es evidente, que por la naturaleza desconfiada del ser humano, la imaginación a veces nos juegue estas malas pasadas, y lo primero que hace nuestra mente es valorar lo que imaginamos en detrimento de la confianza que teníamos puesta en el amigo.
Y qué queréis que os diga, que en estos casos, el amigo está perdido, pues su única salida era la confianza y esta ha sido minada.
Pero como dicen por ahí, el tiempo pone a cada cual en su sitio. Y aunque parece que tiene que ser así, es triste sentir que todo ese tiempo necesario que pase para que todo pueda quedar o no arreglado, es tiempo perdido.
Pero yo tengo una pregunta. ¿Es buena la imaginación?
Aparentemente todo lo que conlleva asociada la palabra imaginación connota positividad. Para resolver un problema te dicen: “usa la imaginación”. Para hacer planes de futuro: “imagina como será”. Si no tienes imaginación, parece que no sirves para nada.
Pero, recientemente he podido experimentar en mis carnes una de las cualidades más negativas de la imaginación. La imaginación mal entendida es capaz de minar la confianza.
No digo que el origen de la imaginación sea malo. Por lo general, quien imagina es porque tiene la capacidad de pensar, crear y, con unos pequeños datos, extrapolar cualquier tipo de pensamiento. Es bueno imaginar. Lo que quizá no es tan bueno, es dar como certero lo imaginado.
Y cuando se trata de confianza entre dos personas, dejar que lo que imaginamos en base a unos hechos que pueden estar exagerados (las personas somos así, exageramos las cosas) se transformen en verdades a nuestros ojos, deberíamos pararnos a pensar si no estaremos yendo demasiado lejos con nuestro pensamiento. Sobre todo, si eso que tomamos como “verdad” confronta directamente con la confianza que teníamos depositada en alguien. ¿A quién deberíamos creer primero? ¿A esa imaginación que hemos transformado en una verdad aparente o a la persona en quien teníamos depositada toda nuestra confianza?
Es evidente, que por la naturaleza desconfiada del ser humano, la imaginación a veces nos juegue estas malas pasadas, y lo primero que hace nuestra mente es valorar lo que imaginamos en detrimento de la confianza que teníamos puesta en el amigo.
Y qué queréis que os diga, que en estos casos, el amigo está perdido, pues su única salida era la confianza y esta ha sido minada.
Pero como dicen por ahí, el tiempo pone a cada cual en su sitio. Y aunque parece que tiene que ser así, es triste sentir que todo ese tiempo necesario que pase para que todo pueda quedar o no arreglado, es tiempo perdido.
4 comentarios:
Hola Nacho, La Imaginacion, a veces nos juega malas pasadas.
Espero que a ti no te haya jugado ninguna.
Un beso
Todos en esta vida (al menos yo sí) hemos tenido desencuentros, incluso con gente que nos importa y a la que queremos o queríamos… y quizá haya sido culpa nuestra o del otro, o quizá de ambos… pero no se puede volver atrás. Quizá las cosas se podrían haber hecho de otra forma, pero nunca sabrás si hubiera sido mejor o peor. Y de nada sirve darle vueltas a “lo que hubiera podido ocurrir si…”.
Ante cada una de nuestras actuaciones hay dos posibilidades: o reconocemos que nos hemos equivocado y pedimos perdón por ello; o hemos actuado en consecuencia a lo que en ese momento sentíamos o pensábamos, por lo que no nos debemos arrepentir de ello.
Evidentemente nuestros actos tienen consecuencias, a veces buenas y a veces malas, que debemos admitir. Si todo fuese un camino de rosas, nos cansaríamos de esas rosas y no sabríamos valorarlas.
Lo de que el tiempo pone las cosas en su sitio para mí es la consecuencia de que con el tiempo cada uno de nosotros vamos cambiando, creciendo, y por eso nunca es tiempo perdido (aunque pudiera parecerlo), porque si estás atento, de todo se puede aprender.
Y yo he aprendido que si algo se pierde es porque de alguna forma no era tan importante, sino que había algo más valioso que eso que se ha perdido, y eso más valioso es la causa por la que se ha perdido.
Si sentís que estáis perdiendo algo, buscad la causa y pensad si de verdad merece más la pena que lo que estáis perdiendo, y si es así, no malgastéis el tiempo en pensar cómo o por qué ha ocurrido, sino mirad adelante, pensad en lo que tenéis, en lo que de verdad valoráis y disfrutadlo.
"Ayer es pasado, mañana no hay certezas. Vive hoy." León Battista Alberti
Carla: No fue precisamente la imaginación propia, pero gracias por esos buenos deseos.
Yoli. Curiosas e interesantes palabras.Hasta casi me convences. Pero discrepo en un pequeño detalle. Yo no creo que todo lo que se pierde llega a ser porque no era lo suficientemente importante. Hay veces que nos nos damos cuenta de lo que tenemos y dejamos que se pierda. Y precisamente se pierde por restarle importancia. Aún así, me ha gustado mucho tu comentario. Muchas gracias.
Tienes razón Nacho, que a muchas cosas no les damos el valor que nos gustaría que tuvieran, y efectivamente podemos perder muchas cosas por eso.
Pero en cada cosa que nosotros hacemos es donde mostramos la importancia que le estamos dando en ese instante, y que en muchas ocasiones no es la que nos gustaría darle. Quizá porque en ese momento estamos valorando más otras cuestiones, como no complicarnos la vida, dejarnos llevar por el día a día, el egoísmo,… y otro montón de cosas que cuando las pensamos de verdad, nos parecen equivocadas.
Por eso creo que es fundamental la reflexión en nuestra vida, meditar lo que estamos haciendo, lo que vamos a hacer, y lo que hemos hecho (lo difícil es llevar esto a cabo).
Y por supuesto creo que uno tiene derecho a pensar que se ha equivocado, a intentar rectificar, y mucho más a pedir perdón y a luchar por algo que cree estar perdiendo por no haber sabido valorarlo en su momento. En ese momento ya le estás dando la importancia que crees de verdad tiene.
En cualquier caso, hay ocasiones en que finalmente algo se puede perder (porque en su momento no fue importante para nosotros). Y si uno cree que se había equivocado y hace (o al menos cree hacer) todo lo que está en su mano para luchar por ello, pero los demás no ponen de su parte el mismo interés por aclararlo, por reflexionarlo, por hablarlo, es cuando uno debe plantearse si merece la pena seguir mirando hacia atrás o si es mejor pensar en lo uno tiene y valora hoy, y disfrutar de ello.
Como última reflexión, decir que lo que expreso en ningún momento pretendo que sea un dogma o una verdad, sino que simplemente es un pensamiento, mi forma de ver las cosas, y que por supuesto puede ser equivocada y estoy abierta a cambiarla.
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