Vivir en un país done la religión lo es todo te lleva a abrir los ojos. Que una religión imponga a la sociedad como tiene que vivir, que prohiba a la mujer salir sola de casa, hablar con cualquier hombre si no está acompañada de un guardián, bien pudiera ser este su padre, esposo, hermano, tío.. Te lleva a la comparación. ¿Es mi religión igual de opresora?
Desde esa perspectiva opresora de la religión, podría malinterpretarse el mensaje de Jesús, que en la lectura de hoy, leida por todos los cristianos católicos del mundo allí donde se encuentren, que nos llama para ir con él. Sólo con él podremos sentirnos aliviados. Que cambiemos nuestro yugo por el suyo, que es más ligero.
Podemos estar más o menos de acuerdo en que el yugo que llevamos cada uno de nosotros es pesado. Todos tenemos nuestros problemas. Ya sea llegar a fin de mes, reconciliarnos con el amor de nuestra vida que notamos que se esta llendo de las manos, ese hijo que no quiere saber nada de nosotros, ese jefe o compañero de trabajo que nos hace odiar el momento de levantarse todas las mañanas par ir a trabajar. Son muchas las preocupaciones que cargamos en nuestros hombros. Lo curioso es que no está entre ellas el hombre de la esquina de la calle de al lado que pide todos los días para comer, tampoco que haya una guerra en la que mueren personas todos los días....
Y digo yo..¿Cómo puede ser el yugo de aquél que cargó con los pecados de todos más ligero que el nuestro? ¿Estamos preparados para cargar con su yugo?
Digo yo que la respuesta tiene que ser que sí. De siempre, los problemas de uno nos han parecido más grandes e importantes que los problemas de los demás.
Pero aún así, qué queréis que os diga, mi yugo es mi yugo. Esoty acostumbrado a tirar hacia adelante con él. Aunque ahora que me paro a pensarlo despacito... mi yugo tambíen me obliga a tomar un sendero, una dirección.
Debe tratarse de eso. Jesús quiere que rompamos nuestro yugo, que nos obliga a tomar senderos que no tomaríamos si fueramos libres de yugo.
Eso tiene que ser.