miércoles, 7 de diciembre de 2016

porque soy paciente y humilde de corazón San Mateo 11,28-30

Vivir en un país done la religión lo es todo te lleva a abrir los ojos. Que una religión imponga a la sociedad como tiene que vivir, que prohiba a la mujer salir sola de casa, hablar con cualquier hombre si no está acompañada de un guardián, bien pudiera ser este su padre, esposo, hermano, tío.. Te lleva a la comparación. ¿Es mi religión igual de opresora?

Desde esa perspectiva opresora de la religión, podría malinterpretarse el mensaje de Jesús, que en la lectura de hoy, leida por todos los cristianos católicos del mundo allí donde se encuentren, que nos llama para ir con él. Sólo con él podremos sentirnos aliviados. Que cambiemos nuestro yugo por el suyo, que es más ligero.

Podemos estar más o menos de acuerdo en que el yugo que llevamos cada uno de nosotros es pesado. Todos tenemos nuestros problemas. Ya sea llegar a fin de mes, reconciliarnos con el amor de nuestra vida que notamos que se esta llendo de las manos, ese hijo que no quiere saber nada de nosotros, ese jefe o compañero de trabajo que nos hace odiar el momento de levantarse todas las mañanas par ir a trabajar. Son muchas las preocupaciones que cargamos en nuestros hombros. Lo curioso es que no está entre ellas el hombre de la esquina de la calle de al lado que pide todos los días para comer, tampoco que haya una guerra en la que mueren personas todos los días....

Y digo yo..¿Cómo puede ser el yugo de aquél que cargó con los pecados de todos más ligero que el nuestro? ¿Estamos preparados para cargar con su yugo?

Digo yo que la respuesta tiene que ser que sí. De siempre, los problemas de uno nos han parecido más grandes e importantes que los problemas de los demás.

Pero aún así, qué queréis que os diga, mi yugo es mi yugo. Esoty acostumbrado a tirar hacia adelante con él. Aunque ahora que me paro a pensarlo despacito... mi yugo tambíen me obliga a tomar un sendero, una dirección.

Debe tratarse de eso. Jesús quiere que rompamos nuestro yugo, que nos obliga a tomar senderos que no tomaríamos si fueramos libres de yugo.

Eso tiene que ser.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Evangelio según San Mateo 20,1-16a.

La lectura de hoy es de las más sencillas de entender. Cuenta la parábola del viñador, que va reclutando trabajadores de para su viña a diferentes horas del día, pactando con cada uno de ellos, el mismo salario. Un denario de plata.

Lo primero que me llama la atención es que, a la hora de pagar, le dice a su administrador que pague primero a los últimos que llegaron. Y pasó lo que tenía que pasar. Que los ultimos de la cola, a la hora de cobrar, viendo lo que recibían los últimos que se unieron al trabajo, se imaginaron que ellos recibirían más salario que los últimos porque llevaban doblando el espinazo desde primera hora de la mañana. Este sentimiento lo entendemos todos bastante bien. Por alguna razón, el cerebro humano nos hace pensar así. ¿A qué vendrá ese afán de compararnos con los demás? ¿A creernos mejores que el resto? ¿Al quítate tú para ponerme yo? ¿Al yo tengo derechos y los demás deberes?

Por otro lado están las ganas de generar problemas por parte del dueño de la viña. Con lo fácil que hubiese sido ordenar al administrador que el orden de la cola a la hora de cobrar fuera primero los que antes empezaron a trabajar. De esa manera, los que habrían trabajado menos, se alegrarían por cobrar los mismo que los que habían trabajado más, mientras que los que habrían trabajado más, se irían a casa nada más cobrar o a gastarse el salario en juergas y no verían lo que cobrarían los que habían entrado más tarde a trabajar. No habría conflicto.

Y es que tiene que haber una razón por parte del viñador para preferir generar controversia. Desde luego, si lo pensamos desde el punto de vista de nuestro trabajo, cuando nos enteramos que un compañero que hace menos o tiene menos responsabilidad que nosotros, resulta que cobra más. Es ahí cuando nos damos cuenta de la importancia que tiene la negociación a la hora de firmar un contrato de trabajo. Luego es difícil llorar por subidas de sueldo. 

En la vida pasa lo mismo. Eso de sentarse a esperar a ver que pasa, a ver si viene un viñador y nos contrata y nos resuelve la vida con solo una hora de trabajo no tiene mucho sentido. A la vida hay que entrarle desde primera hora de la mañana. Desde que abrimos los ojos. Practicar delante del espejo nuestra mejor de las sonrisas y salir al mundo regalándola. Porque si bien es cierto, que nuestro salario ya está fijado, entiéndase salario por lo obtenido al final del día, al final de la jornada habremos acumulado un montón de buenas experiencias fruto de esa sonrisa que hemos regalado. Nos diferenciará del que ha empezado tarde a sonreir, entiéndase por sonreir al disfrutar de cada pequeña cosa que nos da la vida, el cúmulo de buenas experiencias, semillas plantadas y posibles nuevos amigos para esta vida que es más puñetera si no cuentas con ellos. 

El objetivo de esta lectura no es esto que yo interpreto, pues cuando leo el evangelio, a veces me viene un tormenta de ideas o, como prefiero llamarlo, porque connota más positivismo que la palabra tormenta, una luz a mi oscuridad, que me ilumina más allá de donde ven mis ojos. Lo que nos viene a explicar es la tan gastada frase "los últimos serán los primeros". Cuantas veces en las colas vemos gente que se cuela. O conduciendo. Te dan las luces por detrás porque quieren adelantarte para luego llegar a la vez. ¿A qué viene tanta prisa por ser el primero a costa de los demás? Ya se nos dice en otro pasaje eso de "quien quiera ser el primero, que se ponga a servir a los demás".

Lo importante del trabajo de la vendimia no es el salario, sino el fruto del trabajo. Eso de beberte un buen vino, no tiene precio. Para todo lo demás, Mastercard.


jueves, 26 de mayo de 2016

Evangelio según San Lucas 9,11b-17

Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". 
El les respondió: "Denles de comer ustedes mismos"

La lectura de hoy es dificilísima. De las que rompen el alma. Te desnudan y te hacen ver lo horrendo que es lo cómodo de tu ser. Y es que está de plena actualidad con tanto sirio a las puertas de Europa.

Si los demás tienen problemas, es mejor cargarle la responsabilidad de ayudarles a otro, ya sea un gobierno, un organismo o el familiar más cercano de la persona en problemas. Bastante tenemos nosotros con lo que tenemos. Tal y como están las cosas, nuestra vida es nuestro desierto. Y enseguida pensamos que ya hacemos esfuerzos para subsistir en él como para ayudar a subsistir a otro.

Y en nuestro fondo, si eliminamos el ruido de nuestros propios problemas, podemos oir esa voz de Dios que nos dice "dale de comer tú mismo".

Me pregunto quién fue el HdP que nos metió en la cabeza que ayudar es sinónimo de primo, por no decir gilipollas.

Hoy debo decir que me duele la lectura. Ahí me han dado.

martes, 5 de abril de 2016

Evangelio según San Juan 3,7b-15

De repente nos preguntamos por qué hemos hecho algo. Algo que desde el punto de vista de los demás e, incluso desde el punto de vista de uno mismo, no tiene una explicación razonable socialmente hablando. Y digo socialmente hablando porque estamos manejados indirecta o directamente por la sociedad. Creamos o no creamos, la sociedad ejerce una presión sobre nosotros. Limita nuestros actos y nos juzga por ellos.

¿Quién no ha tenido esa sensación de "trabajo bien hecho" de hacer algo que no es aprobado por la sociedad o nuestro entorno más cercano pero que nos procura paz con nosotros mismos? No sé si seré capaz de poner un ejemplo. Por eso hablo de esta forma genérica, esperando que la sensibilidad que a veces ilumina mis palabras acompañe a los dedos que teclean para llegar al entendimiento del que las pueda leer.

No siempre coinciden nuestro impulsos a la hora de actuar con lo que recomienda la Santa Madre Sociedad. Lo escribo con mayúsculas ironizando a la Santa Madre Iglesia Católica, a la que muchas veces nos empujan a creer con los ojos cerrados. Ni la una ni la otra deberían ejercer ningún tipo de presión sobre nuestros actos, tampoco opinar de ellos ni juzgarnos.

La sabiduría popular tiene sus refranes y sus referencias. Ante cualquier decisión importante es conveniente guardar reposo. Sosegar nuestra alma y calmar a la razón. Consultar con la almohada siempre ha sido muy útil.  En tiempos de Jesús se llamaba retirarse a orar. Quién sabe si los apóstoles de entonces, que se durmieron al lado de Jesús cuando este discernía sobre si pasar por la crucifixión o no, inventaron el término "consultar con la almohada". Es broma. Humor particular. Licencia del que escribe esto.

¿Y aún hoy nos preguntamos si actúa o no el Espíritu Santo?

"El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu"


Escuchando a nuestro corazón, muchas veces sin entender a donde nos empuja, estamos escuchando esa voz que no sabemos de donde viene ni a donde nos lleva. La tan consabida disputa de Corazón o Razón, a cual hago caso, muchas veces es la misma disyuntiva de Dios o los hombres. 

Y no por escuchar más a uno u otro, vamos a sufrir menos, no nos confundamos. Pues bien se sufre siguiendo la ley del hombre como también la ley de Dios (la del amor) que no termina de casar bien en nuestra sociedad actual.