domingo, 25 de mayo de 2014

Evangelio según San Juan 14,15-21. 

Día de elecciones europeas. Dicen que el nivel de abstención será alto. Pero yo quiero ir a votar. Aunque mi voto caiga en el olvido. Vistos los resultados de las últimas veces, la mayoría no vota lo que yo voto. Porque si votara lo que yo voto, no vería los resultados electorales que hemos tenido. Y parece que todos votan siempre lo mismo.

Todo el mundo quiere que cambie el mundo. Qué redundancia más bonita y verdadera. Ojalá fuera verdad. Que todo el mundo quisiera que cambiara todo el mundo. Porque para cambiar el mundo es el mundo el que tiene que cambiar. Por si no se ha pillado todavía, cualquier cambio nace de uno mismo.

¿Y qué tiene que ver esto con el evangelio de hoy? Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Si es que no pudo ser mejor el evangelio de hoy para un día como hoy y para alguien que se ha levantado de tal guisa hoy. 

En tiempos de crisis todos pensamos que es mejor preocuparnos por nosotros mismos y que los demás espabilen. Los sentimientos europeistas se esfuman. El beneficio del colectivo mina el beneficio personal. Es lo que parece que alguien nos quiera vender. Pero yo no pienso igual. No sé si estoy influenciado por un sentimiento de comunidad cristiana. O de un sentimiento de un mundo sin fronteras cuando hay personas que quieren poner más fronteras de las existentes. Véase el independentismo catalán que me toca de cerca. 

Alguno pensará que es algo inherente en la naturaleza humana. Si juntas a unos cuantos humanos, terminarán peleandose. La guerra siempre existirá. Para mi es un sentimiento derrotista que es alimentado con fístulas individualistas. Y las fístulas duelen. Al final, si uno está solo, con seguridad acabará peleándose consigo mismo. Estar sólo no es la solución. Siempre necesitaremos de alguien que nos de otra visión.

Y seguirán preguntándose, ¿qué tiene que ver esto con el evangelio de hoy? Pues miren ustedes. Como ya saben, cuento lo que me sugiere el evangelio que he leido. Puedo estar yo solo y reflexionar sobre si dios está en mi o no. Puedo acertar o equivocarme. Si no estoy sólo, otro puede enseñarme que además de en él, también está en mi, pero no soy capaz de verlo. Me mostrará si soy del mundo y no puedo verle o soy como él, y puedo sentirle y puedo "verle". Pero como todo esto suena esotérico y lejano, por eso hablo de lo que es palpable. De lo que es vivir. Pues sólo viviendo podremos vivirle. Se acabó hablar del aire. Y la vida no somos nosotros solos, somos un conjunto de individuos que formamos la sociedad. Y cuando únicamente pensamos en nuestro bien a costa del de los demás porque somos mejores, somos diferentes o somos lo que quiera que seamos....no estamos viviendo. Estamos matando lo que podríamos ser. 

Y lógico es pensar que, a medida que nos hacemos mayores y contemplamos lo rastrero que puede llegar a ser el ser humano, veamos más allá de lo rastrero y podamos contemplar la belleza de Dios (que está en nosotros y en los demás)


 
 



lunes, 3 de marzo de 2014

Evangelio según San Marcos 10,17-27

Qué bonita la lectura de hoy. Un hombre que cumplia los mandamientos le pregunta a Jesús qué tiene que hacer para "entrar en el cielo". Y Jesús le responde que tiene los mandamientos. El hombre, como los cumplía, le decía que ya lo hacía. Entonces Jesús le dice que venda todo lo que tenga, se lo de a los pobres y le siga.

Los discípulos, que estaban a su lado oyendolo todo, replicaron:

"Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". 

Yo no sé si os pasa a vosotros, pero uno se pregunta como es que cumpliendo los mandamientos no se termina uno de sentir lleno. ¿Qué es lo que nos falta? Y nos acercamos a Jesús a preguntarle. Y en lugar de estar más cerca de él (al habernos acercado) nos sentimos más lejos por su respuesta. Y nos alejamos con pena.

Y solemos estar lejos de Dios cuanto más cerca estamos del dinero. Y quien dice dinero, dice cualquier cosa, artefacto de ruedas, el móvil último modelo.... Nos apegamos demasiado a las cosas a las que nosotros mismos les hemos dado poderes. Poderes que creemos se manifiestan en nosotros cada vez que las usamos ante los demás.

Cuando quiero explicarle a alguien algo, normalmente recurro a los extremos, a lo absurdo. Suele ser muy fácil entender las cosas así. Y creo que Jesús empleó esta técnica cuando le dijo al pobre hombre que se fue desconsolado que tenía que vender TODO lo que tenía, dárselo a los pobres y seguirle. 

Estamos en tiempos en los que el PARO está a la orden del día. El dejar de tener ingresos, el vislumbrar que se está cerca el día en que dejemos de percibir la ayuda del estado... pone los pelos de punta, los nervios a flor de piel, el carácter nos cambia...Vamos como personas a peor y, esa vorágine, nos impide salir d enuestro apuro. Hace que nos ahoguemos más. Ansiedad. Taquicardias. Insomnio. Se pasa mal.

Realmente, si le quitamos todo el valor que le hemos asignado a las cosas que tenemos, dejaremos de considerarlas importantes. Y al dejar de considerar importantes a las cosas, comenzaremos a darle importancia a otras. El hombre es así, no puede vivir sin dar importancia a algo o alguien. Y si dejamos de dar importancia a los algos, estad seguros de que sin querer, comenzaremos a dar importancia a alguien. Y ese alguien no tiene por qué ser un Dios abstracto. Basta con que sea una persona. Que luego ya serán más personas. Y el Dios TANGIBLE está dentro de cada una de ellas. Y lo sentiremos así cuando regalemos la importancia de las cosas. 

Y sentirnos VIVOS, que en definitiva, es sentir muy fuerte a DIOS aunque no seamos conscientes de ello, nos hará salir de ese pozo sin fondo en el que nos veíamos metidos. Porque, transcribiendo el evangelio de nuevo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". 

 



sábado, 16 de noviembre de 2013

Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres,
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'".
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".

Hacía tiempo que no transcribía el evangelio completo. Y es que es de lo más interesante. Pienso que es fácil perder el norte de lo que pretende decirnos.

La brújula nos indica el norte en la primera frase: Orar siempre sin desanimarse.

Es fácil que la cabeza se nos vaya detrás de ideas como ajusticiamientos, que nuestros enemigos se lleven lo que les corresponde, etc. ¿Por qué Dios no nos hará caso? ¿Por qué los que nos hacen mal siguen tan pichis por ahí?

Y ya estamos perdidos. Olvidamos QUIÉN es DIOS y, por consiguiente, quienes somos nosotros. Y a partir de aquí, no podemos estar más lejos de Dios.

Al final de todo, lo que nos quiere decir es que tenemos que sentirnos muy cerca de Dios y no desannimarnos. Lo expresa muy bien la siguiente historia, a la que mi mente distraida me ha llevado tras leer esta lectura de hoy. Dice así:

"Un niño le preguntó a su papá:
¿De qué tamaño es Dios?
 Entonces, al mirar al cielo, el padre vió un avión y dijo: 
¿De qué tamaño ves aquél avión?
 El chico dijo:
 -Es pequeño. Casi ni se alcanza a ver.
Entonces el papá lo llevó a un aeropuerto y 
al estar cerca de un avión le volvió a preguntar:
-Y ahora, ¿de qué tamaño dices que es?
 El niño respondió con asombro: "Papá, Es ENORMEEE!!"
El papá le dijo entonces:
-Dios es así. El tamaño va a depender de la distancia a la que tú estés de él.

Cuanto más cerca estés de Dios,
más grande será él en tu vida.


Pues eso.
(a Coquelicot)